Cómo sana una herida

Cada vez que uno se lastima, aunque sólo sea cortándose con una hojita de afeitar o un cuchillo, se inicia en el cuerpo una labor de reconstrucción más compleja que la de erigir un rascacielos. Esta facultad recuperativa no nos merece gran atención, pues la tomamos como algo normal y de rutina. Y, no obstante, sin ella no sería posible la cirugía, y la lesión más insignificante podría producir la muerte.

Una capa protectora

El cuerpo está cubierto por una capa protectora de piel inerte. Si se rompe esta envoltura, las células que cubre se desgarran y los nervios y vasos sanguíneos se rompen. Es necesario, entonces, reponer todos estos trozos vivientes tan complejos y restaurar las conexiones cortadas.

Una respuesta automática

Si la herida es bastante grave, circula por el organismo una señal de alarma que pone en movimiento todos sus recursos naturales de protección. La presión baja, para reducir la pérdida de sangre. El tiempo de coagulación se reduce a segundos, aunque en un tubo de ensayo la sangre necesita varios minutos para coagular; el bazo compensa las pérdidas suministrando su reserva sanguínea al sistema circulatorio, y los glóbulos blancos protectores se forman diez veces más rápido que en circunstancias normales.

Prioridades

Las células viven en un medio acuoso. Una herida las expone a la acción del aire, que no pueden tolerar, y además produce la ruptura de vasos sanguíneos que amenazan con dejar escapar el más vital de los flúidos del organismo, abriendo al mismo tiempo el camino a la mortífera invasión de una infinidad de microbios.

Estos peligros deben conjurarse instantáneamente. La linfa, los jugos de los tejidos y el plasma tienen que afluir a la herida para proporcionarle la humedad que requiere. Simultáneamente debe contenerse la salida de sangre con coágulos taponadores.

Mientras circula, la sangre resiste la coagulación, que podría obstruir los vasos vitales; pero si se produce una herida, es indispensable que adquiera al punto la facultad de coagularse. Esta facultad se la dan los trombocitos o plaquetas(células diminutas siempre presentes en la sangre) que revientan cuando una ruptura de la piel las expone a la acción del aire. Al abrirse, se desencadena un complejo mecanismo que hace que el factor sanguíneo protrombina se convierta en trombina. Esta, a su vez, reacciona con otro elemento sanguíneo, el fibrinógeno. El resultado de esta compleja combinación es una sustancia blanca, parecida al algodón, llamada fibrina, la cual atrapa los glóbulos rojos que se escapan y forma con ellos un coágulo sólido que sirve de tapón.


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